sábado, 15 de septiembre de 2007

2001 - Braille: Entrevista

BRAILLE - 22-10-2001 – España - Electrónica

SÍRVASE FRÍO LA CONEXIÓN DEFINITIVA SHEFFIELD-BARCELONA YA EXISTE. NO BUSQUEN MÁS CARAMELITOS RAROS EN LOS CATÁLOGOS DE REPHLEX O WARP Y APODÉRENSE DE UNA VEZ POR TODAS DE "DÍA, MES AÑO" (COSMOS/SATÉLITE K). POR FIN UN ALUMNO ESPAÑOL CONSIGUE BUENAS NOTAS EN LAS AULAS DE LA ELECTRÓNICA EUROPEA MÁS ESQUIVA. ESE APLAUSO PARA BRAILLE.

"Sabres Of Pradise, Autechre...Estos discos de principios de los noventa me recordaban ese espíritu post punk o post industrial de los ochenta. Por eso me atrajo tanto la electrónica de entonces, por ese sonido frío, tan inglés"

Romper lanzas –y ya van muchas- en favor de la electrónica más evocadora puede resultar un ejercicio repetitivo y poco fructífero en la piel de toro. Uno tiene que ser muy persistente y aguerrido para transmitir la palabra de San Bleep entre nuestros paisanos y no acabar en una olla gigante con una manzana en la boca. Como chuchos invidentes, buscamos a dentelladas una espinilla que morder mientras las preguntas golpean nuestras sienes y, con un rictus mezcla de envidia y rabia, dirigimos la mirada hacia Inglaterra, un país que se ha aprendido a pies juntillas la lección: la música electrónica también puede respirar fuera de los clubes. Ah, pero nosotros, tozudos como Platero seguimos creyendo que el bronceado de José Padilla es lo más llamativo de la electrónica contemplativa patria…

“Musicalmente, el público español es muy poco serio, muy poco profesional. En lo que respecta a los medios, evidentemente nunca se conseguirá la limpieza sonora del catálogo de Warp sin material, pero en lo que se refiere al interés por el acabado y la producción , a la gente le falta mucho rodaje. Aquí la gente es muy poco exigente consigo misma. Yo no me considero ni mejor ni peor, pero mis canciones las trabajo muchísimo. A veces estoy dos meses para hacer un tema, y creo que ahí es donde está el problema de la escena española”.

Quizás por eso, a un servidor le ha embargado la frustrante sensación de embarcarse un cruzada casi utópica en cuanto el amarillento teclado del ordenador ha empezado a sonar. ¿Cómo demonios puedo convencer a un país anclado en el trance chungo de camping de que Braille es el secreto mejor guardado de la escena electrónica nacional? Una pregunta retórica de semejante contundencia nos obliga a admirar sorprendidos los rotundos éxitos –de ventas y crítica- de Autechre, Boards Of Canada o Aphex Twin en la Pérfida Albión. Semejante panorama –empequeñecido sobremanera cuando se coteja con el de Inglaterra- convierte a los pocos crédulos del bleep en seres marginados, también llamados freaks.

“Un poco raro sí me siento, pero tampoco me importa mucho porque no tengo una personalidad muy social que digamos. Y la verdad es que no me siento tan incomprendido: gente de distintos ámbitos me ha dicho que el disco le ha gustado. Raro quizás, pero no marginado”.

Aún así, y a riesgo de recibir epítetos sangrantes como "elitista" o "enteradito", tenemos casi la obligación de cuestionar seriamente la capacidad de entendimiento de un público español que ve la electrónica como un género unidireccional y hedonista. “Día, Mes, Año” (Cosmos, 01), del artista español Braille, no nos deja otra opción.

Tan sólo hay que arrufar la nariz ante los efluvios electrónicos del artista catalán para percibir las nítidas vaharadas de la nueva electrónica paisajista con etiqueta de importación. El debut de Braille, a riesgo de caer en la exageración, establece un punto de partida para todos aquellos fieles a las abstracciones de alto copete que esperaban, aferrados al ordenador en sus habitaciones, el pistoletazo de salida. Los meandros de la experimentación son traicioneros y siempre desagradecidos y por eso sólo el paso firme de la autoindulgencia puede llevarnos a nuestro destino. Pensar en cifras de ventas, pensar que, bajo los Pirineos, hay un público receptivo resulta casi obsceno. Hay que conocer muy bien el terreno si se pretende comenzar una guerra y hay que saber, por encima de todo, que las primeras batallas se contarán por derrotas. Por eso tiene que haber alguien con los arrestos suficientes para comandar una legión casi suicida. Él. La carrera de nuestro héroe describe una curva ascendente marcada por el talento.

“Es curioso porque durante el boom de la música electrónica estaba escuchando música clásica. Yo procedía de la escena tecno-pop de los ochenta. Factory era uno de mis grupos favoritos y también me gustaban Cabaret Voltaire, Joy Division... Me gustaban esos grupos, pero en ese momento escuchaba clásica. Hasta que alguien me dejó el “Haunted Dancehall” de Sabres Of Paradise y un maxi de Autechre. Entonces pasé de una cosa a la otra, pues descubrí algo completamente distinto. Estos discos de principios de los noventa me recordaban ese espíritu post-punk o post-industrial de los ochenta. Por eso me atrajo tanto la electrónica de entonces, por ese sonido frío, tan inglés”.

Aun siendo un perfecto desconocido en los circuitos underground de la electrónica ibérica, David supo lanzar sus ideas a través del concurso cazatalentos del siempre interesante festival Freestyle de Terrasa. Un directo apoteósico, según cuentan las crónicas de la época, y una propuesta repleta de significado le valió ser finalista del evento y le puso en boca de todos los rastreadores de nuevas frecuencias. Del Vallés Occidental llegaba una marea de partituras evocadoras que hasta el momento sólo se habían podido escuchar en artefactos derivados de una tradición electrónica en plena ebullición allende nuestras fronteras. La calidad despejó el cielo de prejuicios y habló por sí sola. Y seguimos subiendo: el Sónar 2000, donde presentó su directo también de forma impecable, le proclamó como revelación española del momento. Semejante bautismo de fuego sólo podía augurar grandes grabaciones. Nunca un producto nacional consagrado a la electrónica futurista de corto alcance había llegado tan lejos, en términos de calidad y frescura de ideas. En otras palabras, la imagen de Autechre comiendo tapas dejó de parecernos un chiste surrealista.

El mismo año, el célebre sello Cosmos llamaba a las puertas del músico barcelonés y le ofrecía participar en la compilación Cosmos 2000, donde brindó al respetable los mejores momentos de aquel CD –“Rutina” y especialmente “Otoño” son dos piezas melancólicas, perturbadoras, sensacionales. Las comparaciones con Manoukian y Memorabilia –cuya trayectoria es prácticamente idéntica-llegaron pronto, aunque resultase prematuro hablar de una nouvelle vague electrónica en nuestras tierras.

“No me gusta que nos junten y mucho menos que me junten con Memorabilia, porque su historia es mucho más ligera –y no lo digo peyorativamente-. Intenta abarcar más tipos de música y yo soy más directo en el sentido pop. Él es mas derivativo y allí hay una gran diferencia. Sólo por eso no se nos puede comparar”.

De todos modos, los rompecabezas de David ganaban enteros entre una crítica deseosa de analizar las posibilidades del compositor barcelonés en formato LP.

“Ha sido un proceso de grabación durísimo. Desde hace un par de años vivo en un pueblo perdido en la montaña y además terminé una relación en esa época, de modo que fue bastante dramático. De todos modos, la idea del disco ya la tenía en la primera maqueta. Poco a poco lo fui madurando y la verdad es que nunca pensé que llegara a quedar tan compacto. La estructura del disco la tenía clara, pero no estaba muy seguro de cómo podía resultar. Eso sí, cuando lo tuve en las manos, masterizado, me di cuenta de que funcionaba”.

Y por su solidez y calidad de producción –el punto flaco de nuestra escuadra-, “Año, Mes, Día” es un triunfo que merece ser celebrado.Ante todo, la música de David no atiende a los parámetros de la electrónica convencional. Las canciones discurren en distintos planos y, por tanto, admiten cientos de lecturas. El detalle su funde con el conjunto en una sinfonía futurista que nos conduce inevitablemente a los dominios de Autechre, Seefeel y otros capos del bleep.

“No me extraña que me comparen con los mismos nombres. El otro día descubrí que Autechre y yo tenemoslos mismo referentes. Hace poco leí que les gustaba el productor de Factory, una de mis mayores influencias también. Yo no intento copiarlos, todo lo contrario. Experimentando con la música a veces llego a los extremos que ellos alcanzan, por ejemplo en la manipulación de sonidos y editaje. Llegas a los mismo resultados pero luego intentas alejarte”.

Los ritmos se quiebran como bloques de hielo ante el calor y abrazan melodías de gran tonelaje melancólico y evidente poso pop. “Me gusta que mis canciones tenga un tono melancólico. Me gusta la música que tiene ese toque agridulce, tristón. Pero eso no significa que mi vida sea un tormento o que haya grabado este disco bajo un estado de ánimo concreto. En el Lp hay trabajo de tres o cuatro años atrás y por tanto hay épocas muy distintas y estados de ánimo también diferentes”. ¿Hace falta ponerse más metafórico? Los paisajes áridos, pero repletos de emoción de Braille suponen, qué duda cabe, un punto y aparte en la pobre historia de la música electrónica castiza. Esperemos que esto sea el comienzo de algo.

Autor: Oscar Broc
Fotografia: Archivo
www.mondosonoro.com

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